La controversia entre defensores y opositores de la utilización del texto digital en escenarios tradicionalmente dominados por el texto analógico focaliza la mirada en el o los soportes y no sobre lo que realmente importa: la incidencia de las nuevas tecnologías en la calidad de las prácticas lectoras.
No sólo que no debe ser el tema de debate (papel o pantalla) sino que, además recuerda “temores” o “resistencias ante lo nuevo” de otro momento histórico. El nacimiento de la escritura o la aparición del libro, también, fue un proceso complejo y controversial, principalmente para los defensores de la oralidad, quienes consideraban que el texto escrito constituiría el detrimento de la cultura oral. Por ejemplo Platón, en su Fedro, señalaba el predominio de la oralidad sobre la palabra escrita; consideraba que el arte de escribir era un retroceso que vaticinaba la muerte de la comunicación oral y consecuentemente condenaba al hombre al olvido e ignorancia. Sin embargo, la filosofía de Platón no habría perdurado e influenciado a innumerables generaciones sin la utilización de esa nueva, en ese momento, técnica: la escritura.
Establecida, entonces, la escritura como práctica cultural de la transmisión y circulación del conocimiento fueron apareciendo diferentes soportes. Pero hubo que esperar mucho tiempo (siglo XV) para que la lectura llegara a todos los hogares. Y esto fue posible gracias a la creación de la imprenta, invento tecnológico que permitió la masificación de la lectura, y además posibilitó que la alfabetización fuera un derecho de muchos y no un privilegio de pocos.
Piedra, arcilla, pergamino o papel, en forma de tablillas, rollos o libros han sido los diferentes soportes que han transmitido el pensamiento de la humanidad por milenios. Con diferentes grados de incidencia, pero sin dejar de lado el poder de la escritura como originadora de los cambios en la evolución cultural, independientemente de la variedad de formatos y soportes materiales. Por lo tanto, la aparición en el ámbito de las tecnologías del texto virtual no debe despertar menores expectativas.
La presencia del texto digital implica asimilar una serie de diferencias en comparación con el texto analógico que van más allá del cambio tecnológico. Implica asimilar los nuevos modos y prácticas lectoras que difieren de la linealidad tradicional del texto analógico, por ejemplo, enlazar otros textos (hipertextualidad) y la posibilidad de codificar los mensajes a través de representaciones audiovisuales (multimodalidad). Como ha sucedido históricamente, el nuevo soporte exige la adquisición de competencias que favorezcan nuevas actitudes, como afirma Walter Ong[1], “en los planos cognitivo, social y cultural, sin las que no será posible la formación de lectores calificados”.
Superada la oralidad como instrumento exclusivo de transmisión y procesamiento de información, la técnica de la escritura ha recorrido la historia de la cultura humana sometida a múltiples cambios, desde sus orígenes hasta el texto digital. Cada una de sus innovaciones ha sido capaz de inquietar los poderes establecidos, modificando o cuestionando sistemas de representación, logrando que el conocimiento deje de ser un monopolio, sin que importe el material que lo contenga. Por lo tanto, lo que realmente importa es la escritura. Y la escritura exige su lector; un lector crítico, capaz de actualizar la escritura, sin que un nuevo soporte material le sea obstáculo.
Cecilia Maibach
[1] PORTAL EDUCar: Literatura y medios: Puentes entre lo analógico y lo digital (Módulo 1. De la oralidad al texto impreso: "Oralidad contra escritura. Texto manuscrito y texto impreso.", pag. 6). Ministerio de Educación, Presidencia de la Nación. S/ fecha de edición.
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